EL
PODER DE LA INFANCIA (1908)
Edgardo
Rafael Malaspina Guerra
1
Un
hombre apresado después de un levantamiento (insurrección de 1905 en Rusia) es
llevado por una turba enardecida para
aplicarle la pena de muerte:
“-¡Que
lo maten! ¡Que lo fusilen! ¡Qué fusilen inmediatamente a ese canalla…! ¡Que lo
maten! ¡Qué corten el cuello a ese criminal! ¡Que lo maten, que lo maten…!
-gritaba una multitud de hombres y mujeres, que conducía, maniatado, a un
hombre alto y erguido. Éste avanzaba con paso firme y con la cabeza alta. Su
hermoso rostro viril expresaba desprecio e ira hacia la gente que lo rodeaba”.
2
El
hijo del hombre sentenciado a muerte, no entiende qué pasa con su padre, pero
sospecha que le sucederá algo malo:
“-¡Papá!
¡Papá! -gritaba un chiquillo de seis años, llorando a lágrima viva, mientras se
abría paso, para llegar hasta el cautivo-. Papá ¿qué te hacen? ¡Espera, espera!
Llévame contigo, llévame…”
3
El
reo pide que una tregua para fingir que con él no pasará nada. Así el niño
podrá ir tranquilo a casa, luego de lo cual pueden matarlo, pero no en
presencia de su hijo:
“-Escuche;
máteme como quiera y donde le plazca; pero no lo haga delante de él -exclamó,
indicando al niño-. Desáteme por un momento y cójame del brazo para que pueda
decirle que estamos paseando, que es usted mi amigo. Así se marchará. Después…,
después podrá matarme como se le antoje”.
4
El
cabecilla de los acusadores está de acuerdo con la escena fingida. El niño se
marcha tranquilo porque cree que con su padre no pasará nada malo. El reo
espera su ejecución cuando una mujer sintió compasión por el niño y gritó que
deberían soltarlo. La multitud estuvo de acuerdo:
“Entonces,
el hombre orgulloso y despiadado que aborreciera a la muchedumbre hacía un
instante, se echó a llorar; y, cubriéndose el rostro con las manos, pasó entre
la gente, sin que nadie lo detuviera”.
5
El
odio se combate con la fuerza de la inocencia de la infancia La pureza infantil, la ingenuidad, el amor y la fe en las
personas salvarán al mundo del caos, el odio universal y la violencia.
La candidez de la infancia es precisamente la fuerza que
puede unir a las personas, que le enseñará a la humanidad lo más importante: la
capacidad de perdonar.
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