TRES
MUERTES (1859)
Edgardo
Rafael Malaspina Guerra
I
Cuando
visitamos un cementerio constatamos que las clases sociales se mantienen aún
bajo la tierra: unas tumbas resaltan por sus lujosas lozas y materiales finos
de construcción costosos. Otras son apenas un montículo de tierra con una cruz
de madera que el tiempo y la intemperie dejará sin el nombre del fallecido.
II
Una
mujer tuberculosa quiere viajar a Italia para tratar su enfermedad. Un cochero
con igual mal le regala sus finas botas a un joven y sólo pide a cambio una lápida
o piedra sobre su tumba . Pero el joven sólo hará una cruz de un árbol que se
supone debe morir primero para convertirse en madera. La muerte está en la
naturaleza y en nosotros.
Condujeron
hasta algún pueblo, donde decidieron detenerse en la estación, para descansar.
Junto al carruaje, un cochecito se detuvo y el médico y el esposo de la
paciente salieron de él. Todos comprendían el problema de salud de la mujer, y eso
enfureció aún más a la paciente. El
médico susurró a su esposo que su esposa ni siquiera podría llegar a Moscú, y
mucho menos a Italia. Pero la paciente tenía una obsesión: en Italia podrá
sobrevivir.
III
Tolstói escribió: “Mi idea es la muerte de tres seres:
la mujer, el hombre y el árbol. La mujer, desagradable y patética, mintió
siempre hasta su muerte . El cristianismo como ella lo entiende no resuelve su
problema sobre la vida y la muerte. ¿Por qué morir cuando quieres vivir? Ella cree en las
promesas del futuro del cristianismo con su imaginación e inteligencia. Tiene
un solo consuelo: el de su religión. El campesino muere en paz, precisamente porque no es
cristiano. Su religión es diferente, aunque realizaba ritos cristianos según la
costumbre; su religión es la naturaleza con la que vivió.
Él mismo cortó árboles, sembró
centeno y lo cortó, mató carneros, y le nacieron carneros, y nacieron niños, y
murieron ancianos, y él conoce firmemente esta ley, de la que nunca se apartó,
como la dama. El árbol muere con calma,
honestidad y belleza. Hermoso - porque no miente, no se corrompe, no tiene
miedo, no se arrepiente ".
IV
Con este cuento he recordado los versos del poeta José
Barreto:
Con
vacilante paso me detuve
ante la
misteriosa verja que separa
el humano
sentir de la materia
de la cruel
realidad que nos depara.
Yace allí
la opulencia y la pobreza:
es morada
del mal y la virtud;
es el
punto final con que tropieza
el humano
saber, toda inquietud.
Es la
inviolable ley que determina
la
búsqueda infructuosa del intruso,
el dogma natural
donde declina
la
soberbia impotente del iluso.
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