miércoles, 15 de septiembre de 2021

[7] LA SONATA A KREUTZER (1889)

 


LA SONATA A KREUTZER (1889)

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

Los novios deberían leer esta novela antes de contraer matrimonio. Esta lectura debería ser requisito obligatorio a la par de los exámenes médicos y las charlas religiosas.

 

I

Lev Tolstói escribió La sonata a Kreutzer entre 1887-1889 y la publicó en 1889. La novela es un diálogo de tren nocturno en medio del traqueteo de la locomotora y el humo de tabaco. Un hombre Vasily Pozdnyshev, confiesa que mató a su esposa por celos, y explica con lujo de detalles las razones exactas que lo llevaron a cometer el crimen y sus ideas con respecto a las relaciones de pareja y el papel de la mujer.

En la obra se aborda el amor, el deseo sexual, los fines distintos que persiguen tanto el hombre como la mujer a la hora de conformar una familia, el sexo y la abstinencia , la procreación, los derechos de la mujer, los anticonceptivos, la coquetería femenina, los prostíbulos y sus supuestos beneficios, la pasión y su extinción con la consumación del acto sexual.

La vida familiar termina en el tedio. Los gestos de la pareja que antes parecían hermosos ahora parecen chocantes y ridículos. Cualquier pretexto por nimio que sea es suficiente para iniciar una discusión. Una de las ideas centrales de la obra es que el amor carnal no es sublime.

II

La sonata a Kreutzer es un relato autobiográfico. Argenis Rodríguez decía que a las mujer había que matarlas, pero con una pluma y un papel.

III

El profesor Kazinik tiene una teoría muy curiosa y estrafalaria: Pozdnyshev asesina a su mujer, aunque en realidad no le fue infiel. No obstante,  el tribunal lo absuelve. Entonces ¿Por qué la mata? Y aquí viene el argumento fantástico: la sonata a Kreutzer es la pieza más difícil de interpretar de Beethoven y la mujer del uxoricida la sabía tocar magistralmente, pero nunca lo dijo. Por eso el hombre se preguntó ¿Quién eres en realidad? Eres superior a mí y sólo ahora me entero. ¡No mereces vivir! (¿?)

IV

La sonata a Kreutzer es un golpe contra los románticos, los enamorados y soñadores: el amor es un sentimiento dialéctico, y con gran facilidad puede transformarse en su contrario. Todo es cuestión de tiempo.

 

Frases y párrafos:

1

El amor:

El amor... el amor... es la preferencia exclusiva de una persona a todas las demás.

—¿Una preferencia por cuánto tiempo?. . . ¿Por un mes, por dos días, por media hora? —arguyó el caballero canoso, y se echó a reír.

—No, dispense; usted no habla sin duda de la misma cosa.

—¡Sí; hablo absolutamente de lo mismo! De la preferencia de una persona a todas las demás... Pero, pregunto: ¿una preferencia por cuánto tiempo?

—¿Por cuánto tiempo? Por mucho, y a veces por toda la vida.

—Pero eso no se ve más que en las novelas; en la vida, jamás. En la vida, esa preferencia de uno sobre todos, rara vez dura varios años: lo más común es que sólo dure meses, cuando no semanas,

días, horas. . . —añadió, sabiendo que sorprendía a todos con estas opiniones y encontrando placer en ello.

2

Sobre los prostíbulos, la sífilis, los médicos:

He oído decir a personas a quienes respetaba que eso estaba bien, que después de ese acto se calmarían mis luchas y mis sufrimientos; esto lo he oído y lo he leído; he oído a las personas mayores que era excelente para la salud; y de mis amigos que en eso radicaba no sé qué mérito y qué valentía. Así, pues, no se preveía nada que no fuese bueno. ¿El peligro de la enfermedad? Pero eso también está previsto. Un gobierno solícito se ha encargado de esto. Él es quien rige la marcha regular de las casas públicas, y asegura la corrupción de los colegiales. Y los médicos retribuidos la controlan. Así debe ser. Afirman que el libertinaje es provechoso para la salud, e instituyen una corrupción regular. Madres conozco yo que cuidan de la salud de sus hijos en este sentido. Y ¡la ciencia misma los envía a los lupanares!"

—Pero ¿por qué dice usted la ciencia? —pregunté.

—Pues ¿qué son los médicos? Pontífices de la ciencia. ¿Quién pervierte a los jóvenes afirmando que eso es necesario para la salud? Ellos. Y luego asumen un aire importante para curar la sífilis.

—Pero, ¿por qué no curarla?

—Porque si una centésima parte de los esfuerzos que se gastan en curar la sífilis se emplease en extirpar el vicio.

3

Las confesiones a la pareja:

Me acuerdo de que, siendo ya su prometido, le enseñé mis "memorias", donde podía enterarse a medias de mi pasado, y especialmente de mi último enredo, que hubiese podido descubrir por otros y que precisamente por esto me creí en el caso de comunicarle. Todavía veo su terror, su desesperación, su extravío, al saberlo y comprenderlo. Estuvo a punto de romper. ¡Ah!, ¡por qué no lo hizo!" Emitió su peculiar resoplido, tomó un trago de té y calló un rato.

4

El amor más noble, la apariencia física y la vestimenta:

Sólo nosotros, los hombres, no sabemos —y no sabemos porque no queremos saber—, que el amor más noble, el más poético, como decimos, depende, no de las prendas morales, sino de la intimidad tísica, y también de la manera de peinarse, y del color y hechura del vestido. Pregúntese a una coqueta experta que proyecta seducir a un hombre, qué preferiría: si quedar convicta de falsía, de perversidad, de crueldad, incluso de vicio, en presencia del hombre al que desea seducir, o presentarse delante de él con un vestido mal hecho o feo, y siempre preferirá lo primero. Sabe muy bien que nosotros no hacemos más que mentir al hablar de la elevación de nuestros sentimientos, que no buscamos más que la posesión de su cuerpo, y que por esa causa le

perdonamos todas sus ignominias y no le perdonaremos un traje de mal gusto y de mal corte. La coqueta sabe todo eso reflexivamente, mientras que la joven inocente lo sabe inconscientemente, por instinto, como los animales. De ahí esos abominables Jersey, esas protuberancias de hombros, de brazos y casi de pechos.

5

Las conversaciones idealistas entre un hombre y una mujer y el fin verdadero:

 Las mujeres, y en particular las que han pasado por la escuela de los hombres, saben perfectamente que las conversaciones sobre asuntos elevados no son más que conversaciones; que lo que el hombre busca es el cuerpo.

Nota de ERMG: Al inicio Fausto es un pensador de alto vuelo que diserta así:  “¡Ah! Filosofía, jurisprudencia, medicina y hasta teología, todo lo he profundizado con entusiasmo creciente, y ¡heme aquí, pobre loco, tan sabio como antes!”. Pero luego pierde la cabeza por las mujeres.

 Camus dice : “La inquietud metafísica se pierde con la primera amante”. (La caída,1956).

He escuchado un refrán ruso que dice: "Se empieza bajo el manto de los ideales y se termina bajo una sábana”.

 

6

Todas las mujeres son iguales: las honradas y las impuras:

Ustedes afirman que las mujeres de nuestra sociedad tienen intereses distintos a los de las mujeres de las casas de lenocinio. Yo digo que no, y voy a probárselo. Si los seres difieren entre sí según el objeto de su vida, según su vida interior, eso debería reflejarse también en su exterior, y su exterior será diferente. Pues bien; compare usted a las miserables, a las menospreciadas, con las mujeres de la más alta sociedad; el mismo vestir, las mismas modas, los mismos perfumes, la misma desnudez de brazos, de hombros y de pecho, el mismo polisón, la misma pasión por las piedras preciosas, por los objetos brillantes y muy caros, las mismas diversiones, bailes, músicas y cantos. Las primeras atraen por todos los medios; las segundas también. ¡Ninguna diferencia, ninguna! En severa lógica, lo que hay que decir es que las prostitutas a corto plazo son generalmente menospreciadas, y las prostitutas a largo plazo, estimadas.

7

El amor espiritual se traduce en palabras:

Quedamos, pues, en que el amor es un sentimiento espiritual y no sensual. Entonces, si el amor es algo espiritual, tal comunidad de espíritu deberá expresarse en palabras, en las conversaciones.

8

La función del sexo, la abstinencia y el sentido de la vida según ciertas filosofías:

El género humano se siente en peligro porque unos cuantos hombres quieren cesar de ser puercos. Pero, discúlpeme. Me molesta esta luz, ¿puedo taparla? —dijo, indicando el farol. Contesté que me era igual y entonces subió en el banco, apresuradamente como todo lo que hacía, y bajó la cortina de lana del farol.

—Sin embargo —dije yo—, si todos tomaran esto por ley, el género humano dejaría de existir. Demoró en contestar.

—¿Usted pregunta cómo se perpetuaría el género humano? —dijo, sentándose otra vez frente a mí, las piernas muy separadas y apoyándose los codos en las rodillas—. Pero, ¿para qué ha de perpetuarse el género humano?

—¿Cómo, para qué? Porque de otro modo no existiríamos.

—¿Y para qué tenemos que existir?

—¿Para qué? Para vivir.

—¿Y por qué vivir? Si no hay ningún fin, si la vida nos ha sido dada por sí misma, no hay para qué vivir. Y si es así, entonces los Schopenhauer, y los Hartmann, y también todos los budistas tienen completamente razón. Pero si la vida tiene un objeto, es claro que debe cesar una vez alcanzado este objeto.

—Hablaba con agitación y se veía que estaba muy apegado a su pensamiento—. Y así sucede. Observe usted: si el fin de la humanidad es el bien, la felicidad, el amor —como quiera—, si el fin de la humanidad es lo que dice la profecía: que todos los hombres han de unirse en el amor, que las lanzas serán fundidas para hacer guadañas, etc., entonces ¿qué es lo que impide alcanzar este fin? Lo impiden las pasiones.

9

La satisfacción del deseo extingue el amor y origina los altercados entre las parejas:

Lo llamo altercado, pero no fue un altercado, sino que era el descubrimiento del abismo que en realidad había entre nosotros. El amor se había agotado con la satisfacción de la sensualidad, y nos veíamos frente a frente en nuestra verdadera situación, como dos egoístas completamente extraños el uno para el otro, que tratan de procurarse mutuamente el máximum de goces. Llamé altercado lo que había sucedido entre nosotros, pero no fue un altercado, sino que, como le dije, una vez aplacada la voluptuosidad nuestras verdaderas relaciones se hacían menos pasionales.

10

Histeria y matrimonio. Las pacientes de Charcot:



 

He aquí por qué tenemos la histeria, los nervios, y en las aldeas las "poseídas". Note usted que entre las jóvenes puras no hay poseídas, sino sólo entre las mujeres casadas que viven con sus maridos. Así sucede entre nosotros y así también en Europa. Todos los hospitales de enfermos histéricos están llenos de mujeres que transgreden la ley de la naturaleza. Pero las poseídas y las clientes de Charcot son seres completamente perdidos, mientras el mundo rebosa de mujeres medio inválidas. ¡Piense usted qué obra tan grande se cumple en la mujer después de la concepción o durante la lactancia! Crece .el ser que ha de reemplazarnos, y esa obra santa se entorpece, ¿por qué? ¡Horroriza pensarlo!... ¡Y luego se habla de libertad y de los derechos de la mujer!

11

La histeria como justificación del comportamiento femenino:

Esas nuevas teorías del hipnotismo, de las enfermedades mentales, del histerismo, no son

simplemente una sandez, sino una sandez peligrosa y baja. Charcot hubiese dicho de fijo que mi mujer era histérica, y yo un ser anormal, y se hubiera empeñado en curarme, pero no había

nada que curar. Así vivíamos en una bruma perpetua que nos impedía reconocer nuestra situación. Y de no haber sucedido lo que sucedió, hubiera vivido así hasta mi vejez y al morirme hubiera pensado que había llevado una buena vida.

12

Contra los anticonceptivos:

Mi mujer andaba indispuesta, y los médicos no le permitieron concebir, enseñándole el medio de que debía valerse. Esto me causó una repugnancia profunda. En vano pugné por oponerme; ella insistía con tanta ligereza como tenacidad, y acabé por ceder. Con eso quedó destruida la última justificación de nuestra vida de cerdos, y la tal vida vino a ser aún más innoble.

El campesino y el obrero necesitan hijos, aunque les sea difícil criarlos, pero los necesitan, y esto justifica sus relaciones conyugales. Nosotros, en cuanto tenemos algunos, no necesitamos más. Son quebraderos de cabeza inútiles, gastos, coherederos, un atadero continuo. Así que no tiene disculpa nuestra existencia de gochos. O nos libramos de los hijos por medios artificiales, o los miramos como una desgracia, consecuencia de la imprudencia, lo que es más vil aún. No hay justificación. Pero estamos tan profundamente degradados, que no vemos la necesidad de una justificación. La mayoría de las personas cultas se entrega a esa licenciosidad sin el menor remordimiento. No hay quien se remuerda, puesto que no tenemos ya conciencia, como no sea, si cabe decirlo así, la conciencia de la opinión pública y del Código Penal.

13

La mujer como instrumento de goce hasta en el arte:




Fíjese usted en toda la poesía, toda la pintura, toda la escultura, empezando por los versos amorosos y las Venus y Frinés desnudas, y verá que la mujer es un instrumento de goces.

14

El objeto de las mujeres: seducir a los hombres:

Pero hasta tanto, el ideal de toda muchacha, cualquiera que sea su educación, será siempre seducir el mayor número posible de hombres, de machos, para tener la posibilidad de la selección. Y eso de conocer un poco más de matemáticas, o saber tocar el arpa, no ha de cambiar nada. La mujer es feliz y alcanza todo lo que desea cuando puede seducir a un hombre. Y por lo tanto el objeto principal de la mujer es seducirlo. Siempre ha sido así y seguirá siéndolo. Eso sucede en la vida de las muchachas en nuestro mundo y continúa durante el matrimonio. En la vida de las solteras es necesario para la selección, y en el matrimonio para dominar al marido. Sólo una cosa suprime, o interrumpe por tiempo, semejantes tendencias: los hijos; y eso, cuando la mujer no es un monstruo; es decir, cuando los cría ella misma.

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